Erase una vez un poema al que se le había descompuesto el vestido. Salió de paseo para encontrar un artista que supiera hilvanar sus versos quebrados, y enlazar las palabras que arrastraba colgando.
Por más vueltas que daba sólo encontraba excusas, y otros ofrecían remiendos que estropeaban su natural elegancia.
Cansado, se sentó a esperar un ligero soplo que le inspirara
Yo no sé, le dijo la Luna al verlo tan triste.El poema, envuelto en su arquitectura maltrecha, esbozó una mueca amable y decidió subir hasta ella para verlo mejor.
Te diré tan sólo lo que veo a lo lejos:
Que la cuna de un niño la mecen canciones y poemas,
que los gritos de angustia se ahogan con música,
que el canto de los pájaros describen melodías,
que los sueños se elevan envueltos en versos,
y que el eco del amor engendró la poesía.
Encontró un coro de niños, que silbaban aunados, ritmos ingenuos y palabras azules, que de inmediato comenzaron a renovar su vestido.
¡Y se hizo la magia!
Los versos tomaron apresto, la música de sus puntadas encontró la canción, y el poema, antes apenado, se volvió esquema y conjunto. El ruido de su desdibujada figura se tornó armonía. El eco le devolvió el esplendor y la luz que perdió en los orígenes del día, y que sólo con el brillo de la noche, su dueña, pudo recuperar.
Así que el poema decidió quedarse a vivir en la Luna, entre niños y estrellas, que a ratos convertían el vestido (del ahora acompañado poema) en música, y a ratos, la poesía que desprendían sus letras...se hacían canción.
Y colorín colorado, nuestros primeros poetas lunáticos,
en la luna por siempre,
se han quedado instalados.
Cuento escrito por Ana Galindo dedicado a toda nuestra Primera Generación LunáTICa
¡Os queremos, LunáTIC@s!
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